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La voz del corazón

Canción Estrellada – el chamán que recibió este nombre gracias a su don de preservar y sembrar la tradición de su pueblo a través de la palabra, cantada o no – estaba cambiando el cuero de su tambor de dos caras en frente a su tienda. Yo había resuelto salir de la ciudad durante un tiempo, estaba incómodo con las duras críticas que los originales de mi última novela habían recibido, al punto de hacerme dudar de mi propio talento como escritor. Había recibido algunos elogios, sin embargo las críticas fueron feroces y la tristeza me corroía las entrañas. Tan pronto lo vi, derramé todas mis quejas. Como él estaba trabajando, continuó y sin levantar los ojos dijo: “Tú no sabes darle la exacta medida a las opiniones ajenas. No todo elogio es sincero ni toda crítica es justa”. Paró de encordar el tambor por algunos instantes, me miró a los ojos y habló con voz suave y ronca: “Ya te enseñé sobre el Portal Sur, pienso que llegó la hora de hablar sobre el Portal Oeste, donde vive el oso en la Rueda de Cura”. Me mandó a descansar y pidió que fuera a su encuentro cuando “el Gran Misterio cubriese la Tierra con su manto de estrellas”.

En la noche encontré al chamán sentado, solitario, en frente a una pequeña hoguera. Me convidó a que fumáramos juntos su inseparable pipa de hornillo de piedra. Después de dar algunas bocanadas en silencio dijo: “La Rueda de Cura es el símbolo sagrado que representa la vida de cada uno en esta existencia. La vida es el tratamiento de cura del espíritu. A cada lección aprendida o herida cicatrizada avanzamos un aro de la Rueda”. Dio una pausa y prosiguió: “En el lado Oeste de la Rueda, donde el sol se pone, está el espacio sagrado del Oso, su caverna, donde se retira para el sueño invernal después de probar todos los alimentos de las demás estaciones”. Aguardé sin decir palabra, pues no estaba entendiendo a dónde quería llegar Canción Estrellada. “El oso busca el silencio de la caverna para apaciguarse y dedicar un largo periodo para digerir todo lo que comió. Con la llegada de la primavera despierta más fuerte para enfrentar y vivir la vida. Esta es la lección y el poder del oso. Con nosotros no es diferente”. Insistí en que continuaba sin entender. Él me miró con enorme paciencia y dijo: “Cada vez más las personas oyen todas las voces en detrimento de las palabras del propio corazón. Escuchan mucho pero entienden poco. Percibo una enorme búsqueda por distracción y diversión, no es que ésto sea malo, pero están desaprendiendo a oír su propia verdad, pues cada vez más tienen dificultades para estar apenas consigo, como si no entendieran que la soledad es un ejercicio necesario para escuchar la voz del corazón. ¿O será que están huyendo de encontrarse consigo mismas? ¿Por qué tanto temen ese encuentro?”.

Argumenté que oír es importante, pues aprendemos mucho de los otros. “Sin duda; sin embargo sólo tú podrás escoger en qué dirección seguir”, respondió y continuó: “Por lo tanto es necesario filtrar, depurar y contextualizar las voces del mundo, sin olvidar que sólo tú sabes y puedes decidir sobre tu propia vida. No puedes temer a tus elecciones, pues son los únicos instrumentos de los que dispones para tu mejoramiento, lo que te diferencia y te hace único al ejercer los dones que te pertenecen. Seguir a la manada no te hará escapar de las responsabilidades que te caben, tan sólo impedirá que florezca lo mejor que existe en ti. Aquellos que caminan en belleza no pueden renunciar de la valiosa lección del oso, la búsqueda de sí mismo y el encuentro con la verdad”.

Le pregunté cómo podría vivir las enseñanzas del Portal Oeste. El chamán dio una larga bocanada, sus ojos parecían perdidos en las estrellas. “Son tres pasos”, dijo. “El primero es la introspección. En la quietud y en el silencio, penetra en tu espacio sagrado en una inmersión profunda en las aguas tranquilas de la esencia de tu ser. Estar apenas contigo es maravilloso”. Me observó por algunos instantes y preguntó: “Me gusta  confraternizar con mi pueblo pero ¿puedes percibir la importancia de la soledad?”. La pregunta era apenas retórica, pues no esperó mi  respuesta y continuó: “El segundo paso es tener la sabiduría para oir la propia voz y saber discernir entre la voz del ego y la voz del alma. Solamente ésta última te dirá la verdad sobre el Camino. Mientras el ego te habla sobre las pasiones, el alma te revelará todo lo necesario sobre el amor. ¡Calma al ego, permite que el alma brille con toda su luz y deléitate!”.

Quise saber sobre el tercer paso. Canción Estrellada dijo: “Después hay que estructurar toda tu vida en función de la verdad revelada. No creas que será fácil, pues es necesario coraje y desapego para abandonar las viejas formas contenidas en conceptos y comportamientos que no te sirven más, pues fueron impuestos por patrones culturales y sociales o por las expectativas que los otros tienen sobre ti; o peor aún, son límites impuestos por quien no cree en su capacidad de crear y transformar al propio ser y, consecuentemente, la vida. Sin embargo, al final de la introspección invernal el oso está listo para salir de la caverna, él se perfeccionó y ajustó sus decisiones al compás de su propia verdad. Es consciente de su capacidad y talento. Ninguna tempestad le impedirá seguir adelante, pues trae consigo la fuerza del Camino. ¡Es el momento de revelar todo su poder y magia!”.

Nos quedamos mirando hacia el infinito sin decir palabra por un tiempo que no puedo precisar, hasta que Canción Estrellada rompió el silencio: “Entender los ciclos a que cada uno de nosotros está sujeto es fundamental para vivir con serenidad. Cada ciclo sólo se cerrará en la medida que estemos perfeccionados y fortalecidos para el nuevo momento, así como la mariposa sólo rompe el capullo cuando sus alas están maduras para alzar el vuelo”. Quise saber cómo podría aplicar todas aquellas palabras en mi actual momento profesional. “Tú puedes aprender con los otros, pero nunca permitir que quien quiera que sea te estremezca y te hurte la paz. Si esto aún sucede, es porque todavía no te has encontrado contigo ni has fortalecido tus alas para volar”.

Le comenté que temía que este fuera mi caso. Canción Estrellada sonrió con los ojos y finalizó: “Es hora de vestir la piel del oso, entrar en la caverna para tener un importante encuentro contigo mismo y buscar el precioso diamante que te aguarda”, antes que yo preguntara de que se trataba, él concluyó: “Las voces del mundo siempre comparan unos con  otros. Aprender a oír la voz del corazón es descubrir la belleza de ser único”.

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

 

 

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