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Un espíritu libre

Canción Estrellada, el chamán que tenía el don de sembrar la filosofía de su pueblo a través de la palabra, cantada o no, conversaba con su sobrina en una mesa al aire libre, debajo de un enorme árbol frondoso. El sol de la primavera calentaba el cuerpo y traía bienestar al alma. Los vi desde lejos. El anciano y la bella joven, con aproximadamente veinte años, de trenzas largas y ojos rasgados como los del tío, reían con ganas. Ella aprovechaba las vacaciones de la universidad para visitar a la familia. Se vestía como una joven de su edad, con jeans, camiseta y tenis. Al percibir mi presencia el chamán hizo una señal para que me aproximara. Ellos hablaban sobre la postura divergente de la sobrina con relación a determinados comportamientos de varios alumnos, con los cuales ella no concordaba. Sin embargo, de tan enraizados, ninguno de sus compañeros osaba pensar diferente, haciendo con que actuaran por automatismo en vez de permitirse nuevas posibilidades. Claro que la joven comenzaba a sentir rechazo y desafecto. En seguida la joven pidió permiso para retirarse pues iría a ayudar a su madre con los deberes. Al despedirse, Canción Estrellada la miró a los ojos y le dijo de manera serena: “Lo nuevo siempre asusta a las mentes perezosas. Es como llegar a casa y encontrar a un extraño. Con el tiempo, percibimos que la casa no es nuestra sino del extraño. Es más, él no quiere que tú te vayas. Tan sólo desea que aprendas otra manera de  relacionarte con la realidad. Recuerda, todo espíritu libre está habituado con lo nuevo”.

A solas con el chamán le dije que me había llamado la atención el hecho de que, a pesar de los malentendidos, la joven no estaba afligida y mostraba una interesante mezcla de alegría y serenidad. Canción Estrellada explicó: “Un espíritu libre ya construyó el abrigo de la paz en lo profundo del ser. Así, nada externo será capaz de alterar su equilibrio y armonía”. Me encogí de hombres y comenté que ella debería tener muchos problemas en la universidad. Le sugerí que tal vez fuera más fácil seguir el comportamiento de los demás que tener actitudes independientes y disonantes. Él me respondió repentinamente: “Un espíritu libre aprendió a silenciar los tambores del mundo dentro de sí para oír la voz del corazón. Pedirle a un espíritu libre que no sea él mismo es no entender la energía vital que lo mueve”.

Le pregunté cuál era la definición de ‘espíritu libre’. Canción Estrellada permaneció sin pronunciar palabra, como quien busca la mejor respuesta, y después de algún tiempo dijo: “Un espíritu libre es todo aquel que ya entendió que el mundo tiene una enorme prisión: el miedo. Es la más cruel de las mazmorras”. ¿Más cruel? Me pareció extraño. Él explicó: “Porque sus rejas son invisibles. Cuando tu no te percibes prisionero, no entiendes la necesidad de la libertad. El miedo te convence de que allí, al lado suyo, estás seguro. Te hace creer que fuera de sus dominios no hay nada que sirva, tan sólo el riesgo del sufrimiento. Al aceptar el discurso del miedo renuncias a tus alas y lo que es peor, aceptas negociar con él”. Le pregunté qué impedía a las personas liberarse del miedo. La respuesta fue seca: “La ignorancia es el carcelero que impide la expansión del nivel de consciencia. La ignorancia es el fiel perro de guardia del miedo. Juntos, miedo e ignorancia, crean casi todas las sombras que habitan el ser”. Quise saber cómo hacer para huir de esa prisión. El chamán dijo seriamente: “Un espíritu libre nunca huye o se lamenta. Él enfrenta y supera”. Hizo una pequeña pausa y concluyó: “No existe libertad en la fuga”.

Argumenté que aquella postura podría traer muchos conflictos y que era contraria a la paz que él tanto defendía. Canción Estrellada negó con la cabeza y dijo: “Ser pacífico y pacificador está en la esencia del espíritu libre. El sabe que tan sólo las ideas luchan, jamás las personas. Por lo tanto, es fundamental que declare su verdad de manera clara, respetuosa y serena, sin el deseo de imponer, convencer o humillar al otro. Aunque no esté de acuerdo, respeta el punto de vista ajeno, pues sabe que cada cual está en distintas curvas del Camino y en algún momento todos se encontrarán en el infinito, cada uno a su tiempo. Esto lo hace reconocer el valor de la paciencia, pues la semilla de buen fruto, tarde o temprano, será recompensada por la vida. Así, si nadie quiere acompañarte en aquel instante, seguirás sólo, en paz”.

Divagué sobre la enorme incomodidad que un espíritu libre, con sus ideas y actitudes fuera de lo común, puede generar en un grupo social debidamente acomodado en esferas de estancamiento y privilegios. El chamán explicó: “El espíritu libre sabe que su postura, algunas veces, es el exacto espejo que refleja la imagen que el interlocutor no desea ver. No todos están listos para confrontar las heridas del alma. El proceso de cura exige determinación y coraje, virtudes que no siempre están a disposición, para lo cual es necesario la compasión. Él no toma cualquier actitud con la intención de erguirse como ejemplo de ciudadano o salvador del mundo, lo que lo convertiría en un idiota negligente y arrogante. Tan sólo vive con sincera humildad, de acuerdo con su condición de eterno aprendiz, alineado con sus verdades, en respeto a sí mismo y en concordancia con sus elecciones”.

“Por esos motivos el espíritu libre nunca se siente ofendido con eventuales ofensas. Él tiene plena consciencia de quien es. Las agresiones son incapaces de dibujar o colorear  su alma; ellas tan sólo muestran lo que el agresor trae en el corazón. Cualquier actitud con la intención de humillar es innecesaria en el trato personal. La arrogancia y la humillación son instrumentos de personas esclavizadas por el miedo y por la ignorancia. Ellas construyen esos muros emocionales como forma de esconder a los ojos de todos la propia fragilidad, a través de demostraciones tristes de un poder vacío. Las ofensas retratan la inadecuación del ofensor consigo mismo al percibir en otras personas las transformaciones que ansía, pero que aún no puede efectuar. Las ofensas reflejan la confusión interna de quien las profiere”.

“El espíritu libre sabe que las dificultades y los conflictos son herramientas valiosas para su evolución, por lo tanto deben ser bien aprovechadas. El problema nunca será un problema y sí un factor de crecimiento a medida que mejora la manera como reacciona ante él; superarlo es una dicha. La manera como reaccionamos ante el conflicto demuestra no sólo el perfeccionamiento del ser, sino el antídoto para el sufrimiento”.

“Por otro lado, siempre se mueve en los ejes de la dignidad y no sobrepasa la frontera de sus valores morales; los chantajes, tentaciones materiales y financieras, tan comunes en la sociedad, jamás lo alcanzarán. Su alma no tiene precio”. Me miró a los ojos y dijo seriamente: “Cuánto menos necesites más libre serás”.

Recordé las dependencias afectivas que a veces crean fuertes grilletes. El chamán no se hizo de rogar y explicó serenamente: “El espíritu libre conoce la importancia de los encuentros y de las relaciones, pues necesitamos del otro para que el amor exista y crezca. Somos flores en las llanuras de la humanidad que embellecen la vida de toda la gente. No podemos olvidar que la convivencia es fuente de valiosas lecciones. Es en la convivencia con el otro, con sus dificultades y delicias, que nos revelamos y percibimos lo que falta por ser lapidado, teniendo siempre en mente que el amor es semilla que se esparce al viento y no animal para ser cazado. Nadie le pertenece a nadie o nunca seremos verdaderamente libres. Tenemos la alegría de encontrar a muchos por el camino, no obstante el viaje es solitario, pues es la jornada en busca de lo sagrado que existe dentro de sí, lo que también es motivo de alegría”. Canción Estrellada me observó por algunos instantes y preguntó: “¿Entiendes lo que digo o estás confundido?” Le respondí que entendía y finalizó: “El espíritu libre sabe que nadie es responsable por su felicidad, salvo él mismo. Nunca debemos atribuirle al otro la causa de nuestra insatisfacción, más bien percibir el aprendizaje que allí se presenta y perfeccionar en sí mismo el rescate de la alegría. La felicidad es un jardín germinado en el propio corazón con las semillas del amor y de la paz, cuyas flores esparcimos a la orilla del camino para quien viene atrás”. Hizo una pausa y concluyó: “De esta manera nadie podrá aprisionar tu corazón pleno”.

“El espíritu libre sabe que siempre estará sujeto a malos tratos en la esfera física debido a la posible maldad. A menudo la fluidez de su libertad incomodará los mecanismos limitadores de aquellos que aún son prisioneros de sus propias sombras que, en vez de admirarlo y verlo como una posibilidad a ser alcanzada, lo envidian e intentan destruirlo. Una vez más es necesaria la compasión y seguir moviéndose con la seguridad de la indestructibilidad del espíritu. El espíritu libre tiene consciencia de que no es el cuerpo que viste y sí el espíritu inmortal que en realidad es. Su alma es inalcanzable a los poderes mundanos. Esto lo hace leve para que flote con la brisa”.

Permanecimos largo tiempo sin pronunciar palabra hasta que percibí que Canción Estrellada me observaba. Cuando nuestras miradas se cruzaron él finalizó: “Desde tiempos inmemoriales fuimos educados para protegernos de los peligros del mundo. Solemos ser más atentos y temer a la vida de fuera para sobrevivir. Nos consolamos con el pasar de las horas presos a algunos placeres sensoriales. La vida es mucho más que eso. Lo que nos amenaza y nos impide ser plenos necesita ser enfrentado dentro de cada uno. Esta es la cura imprescindible. Estamos tan viciados en nuestras jaulas que ya ni creemos que tenemos alas. Nos tornamos prisioneros de nuestros propios miedos y de los conceptos creados para mantenerlos. Nos olvidamos de nuestro poder de transformar la realidad a medida que somos capaces de  transformarnos. Esta es la batalla que debe ser enfrentada para que cada cual pueda alzar vuelo en perfecta libertad”. Quise saber cómo iniciar esa fantástica jornada. Canción Estrellada sonrió y dijo: “Basta una elección, Yoskhaz. Una única y maravillosa elección”.

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

 

 

 

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