El escudo contra el mal
“Solicitar ayuda a las fuerzas luminosas del Universo ante una dificultad de la cual no se tiene ningún control es loable, pues demuestra humildad”, le dijo el Viejo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo de la Orden, a un hombre que fue al monasterio en busca de auxilio pues pasaba por una situación que lo afligía. En seguida advirtió: “No obstante, pedir auxilio para que hagan el trabajo que te corresponde tan sólo revela la falta de entendimiento de las Leyes y no sucederá. La vida no es dura para maltratar y sí para enseñar. No hay privilegios, apenas lecciones”.
Como una tempestad que llega sin anunciarse, la vida de este hombre de un momento a otro tomó un giro inesperado. Conflictos familiares sin sentido y complicaciones profesionales lo llevaron a serias dificultades financieras, como consecuencia inmediata y visible del infierno que vivía en suelo terreno. Con ojos llorosos confesó que estaba desorientado para continuar en la lucha. Los tres estábamos en el comedor y yo les servía café con pastel de maíz. El hombre muy culto y con óptima apariencia relató que hasta hace pocas semanas navegaba en aguas tranquilas por los mares de la vida. Una familia aparentemente bien estructurada, socio de una empresa que generaba lucros suficientes para sostener una condición material por encima del promedio, hasta que en algún momento todo cambió.
“La vida exige movimiento y te hace caminar por gusto o por imposición. La inercia y la comodidad son herramientas de las sombras que atrapan al viajero. Para quienes buscan incesantemente el perfeccionamiento del propio ser la vida ha de ser generosa, pues provee todas las condiciones necesarias para proseguir el viaje de manera serena”, explicó el Viejo. Hizo una pequeña pausa, bebió un sorbo de café y prosiguió: “A quienes se creen elegidos por los dioses, ajenos a todo y a todos, a quienes se imaginan ‘escogidos’, les llegará el desequilibrio sobre las situaciones que los sostienen. La Ley del Servicio es parte del Código No Escrito y nos obliga a trabajar y a progresar espiritualmente. Crisis emocionales, conflictos afectivos, desavenencias familiares, dificultades económicas o enfermedades, son algunos de los instrumentos de inestabilidad utilizados por el Universo para imponer nuevos momentos de adaptación ante la realidad alterada. Ahora la criatura caminará por necesidad”.
“El Camino es muy generoso al permitir escoger las rutas del viaje y a la vez muy justo al elaborar las dificultades inherentes al trayecto. El Maestro enseñó hace milenios que debemos atravesar la puerta estrecha de las virtudes. Sin embargo, muchos todavía eligen la vía ancha de las ventajas indebidas. Alimentan el ego en perjuicio del alma. ¿El resultado? Después de los placeres inmediatos y transitorios, se da vueltas en círculos por senderos cada vez más oscuros y pedregosos. La agonía y la tristeza se presentan como compañeras de viaje”. El hombre bastante sensibilizado confesó que, de hecho, no venía ofreciendo lo mejor de sí. Afligido, le preguntó al Viejo cómo podría cambiar su propia vida, pues no sabía qué dirección tomar. El monje arqueó los labios con una sonrisa repleta de compasión y le dijo: “¿Quieres un nuevo camino? Basta cambiar tu forma de caminar”. “Los problemas indican que es necesario hacer cambios; entiende lo que necesitas transformar en ti y dedícate a esto con sinceridad, sólo entonces llegará la ayuda de la esfera invisible”.
El hombre argumentó que sufría mucho, que no sabía cómo actuar y que la actual situación se mostraba tan oscura que no creía que fuera capaz de solucionar todos los problemas sin la ayuda de las fuerzas superiores. El Viejo respondió con voz bondadosa: “El Universo no quiere que sufras, sin embargo exige que tu evoluciones para llegar a la próxima estación. Aprender, transformarse, compartir y seguir son momentos diferentes de cada etapa entre las innumerables existencias permitidas, como escuelas de sabiduría y amor”.
El hombre dijo que también necesitaba de mucha protección, pues parecía que todo lo malo le estaba sucediendo. El monje mordió un pedazo de torta y dijo: “Estamos sujetos a la inexorable Ley de Acción y Reacción, una de las que componen el Código No Escrito. Ella atrae a tu vida personas y situaciones que te son adecuadas, no por punición sino de acuerdo al rigor necesario para el aprendizaje del alumno, en la misma medida de sus actitudes. El perfume de la flor atrae pájaros y mariposas; el olor del alcantarillado llama para sí ratones y cucarachas. Así, escogemos los que nos acompañan y definimos el próximo destino”.
“Nadie está fuera del alcance de las Leyes. Los guardianes o ángeles del Universo están impedidos para interferir, pues la situación conflictiva es parte de la lección que te corresponde. De esta manera primero debes ayudarte para ser ayudado. Es una gran ilusión creer que la casa del mal es el mundo. Su raíz está en cada uno de nosotros, en mayor o menor intensidad, dependiendo de la expansión de la consciencia individual. Créelo, nadie te perjudica más que tu mismo. Ecualizar las emociones y pensamientos en ondas de Luz, envolviéndolos con amor para que puedan materializarse en buenas actitudes es la defensa más eficaz contra el mal, ya que crea una cúpula de protección energética a tu alrededor y permite la aproximación de ejércitos con mayor rapidez, consentimiento y poder. Como puedes ver, el mejor escudo contra el mal es un corazón puro”.
“Nunca te faltará el auxilio, sin embargo cada cual tendrá la ayuda en la exacta medida de sus necesidades de desarrollo, de la voluntad sincera para transformarse y de sembrar flores para quien viene detrás. No podemos olvidar que las dificultades nos traen las lecciones indispensables para el perfeccionamiento del alma muchas veces aún muy embrutecida, necesitando de métodos rigorosos de aprendizaje”.
“Reflexiones y meditaciones en el encuentro consigo mismo son herramientas poderosas para la ampliación de la consciencia. Lecturas auxilian en la creación de ideas y sustento filosófico. Las oraciones germinadas desde el corazón son de extremo valor, ya que ayudan al equilibrio emocional y el auxilio rogado, de alguna manera, nunca faltará, pero no te olvides de que ningún santo dará los pasos que te corresponden. La ayuda jamás llegará en forma de carrozas repletas de oro o haciendo que la persona amada se doblegue ante tus deseos. El auxilio viene a través de señales que indican un nuevo sentido y de las ‘casualidades’ que crean situaciones inimaginables a fin de protegernos o mediante intuiciones luminosas que apuntan las indispensables metamorfosis del alma, al cambiar el sentir, pensar y actuar”. “Esta es la alquimia de la vida: la transformación de sombras en luz, del dolor en amor. Esto es lo más precioso de los milagros y muchos ni se dan cuenta de que los tienen a la mano”.
Como un vicio moderno, el hombre reclama de la situación del planeta, dice que todo está errado en todo lugar y que el mal parece dominar sin riendas. El monje lo miró a los ojos con dulzura y comentó: “Cuando nos lamentamos del mundo criticamos nuestra propia situación interna. El mal es fruto de las sombras que habitan en cada uno de nosotros, de nuestras imperfecciones y dificultades, formando un colectivo de iniquidades. Por el contrario es también válido afirmar que somos la Luz en la construcción del bien y en el mantenimiento de la Obra. A través de los siglos el mundo siempre ha sido una fotografía exacta de nuestros corazones; del mío y del tuyo. ¿Quieres cambiar el mundo? Transfórmate a tí mismo. ¿Cómo? Perfecciona tus elecciones”. El hombre asintió con la cabeza concordando pero más por desconcierto que por satisfacción.
En seguida volvió a lamentarse de su situación e insistió en que le fuese dicho cómo, de forma objetiva, podría revertir las actuales dificultades. “No tengo la menor idea”, dijo el Viejo. Ante la mirada atónita del hombre, me pidió que le sirviera un poco más de café y explicó: “Administrar la vida ajena es muy fácil y tentador, sin embargo también demuestra ligereza y arrogancia. El ejercicio de la vida, con sus dolores y delicias, es la herramienta personal e intransferible de la cual disponemos para desarrollar las alas del alma e incentivar nuestra evolución. Entiende, acepta y usa adecuadamente la libertad de buscar y decidir”.
“Apesar de que nunca te faltará ayuda – y que seamos claros, no para un desenlace mágico a tus problemas, pues el auxilio no se dará en la medida de los deseos del ego y sí por la necesidad del alma; es decir, mediante condiciones para alterar, por sí y a través de sí, la realidad – la parte más importante del proceso tendrá que ser hecha por ti al ampliar tu consciencia, al tener apertura de corazón, al desapegarte de los viejos conceptos; medidas que se reflejarán en el perfeccionamiento de tus decisiones”.
Observó al hombre durante algunos instantes y le aconsejó: “Busca el silencio y la quietud para estar a solas contigo mismo; sumérgete profundamente. Conocerse a sí mismo es el camino hacia la plenitud. Establece para ti mismo clausulas inviolables de amor y dignidad. Percibe lo que necesita ser modificado en tu vida. Absolutamente todo puede ser diferente y mejor. Todos los sabios ya hicieron eso para romper la dureza del capullo y sentir las alas de la libertad”.
El Viejo nos pidió que uniéramos las manos e hizo una sentida oración por el amor y la Luz. El hombre agradeció educadamente por la conversación y la oración y partió. A solas con el Viejo le dije que tenía la impresión de que el visitante había quedado un tanto decepcionado. “Pocos aceptan los encargos y el trabajo que les corresponde. Sin embargo, si mis palabras son una buena semilla, tarde o temprano germinará”, dijo el monje. Hizo una pequeña pausa y finalizó: “En verdad, las transformaciones exigen grandes esfuerzos que no todos parecen dispuestos a operar. Piensan que es más fácil rogar por un milagro que nunca vendrá, pues el buen educador no hace la tarea del alumno. Se ruega por socorro para que se materialice un castillo de muros altos que garanticen privilegios y comodidades, cuando en realidad la ayuda llegará en forma de puente siempre y cuando exista en el andariego voluntad sincera para caminar y atravezar el abismo”.
Gentilmente traducido por Maria del Pilar linares.