“Ser fuerte es una elección. Nadie nace valiente o cobarde; no obstante todos los días, en cualquier momento, escogemos huir o enfrentar la batalla que se presenta dentro y fuera de nosotros” dijo Canción Estrellada, el chamán que mediante la palabra, cantada o no, narraba la sabiduría ancestral de su pueblo. Estábamos sólos, sentados alrededor de una pequeña hoguera y el manto de estrellas inspiraba nuestra conversación. En aquel día había tenido lugar una ceremonia destinada a los jóvenes de la tribu que sellaba el paso de la adolescencia a la vida adulta. Recordé las palabras dichas por el chamán al finalizar el ritual: “Comprender que eres capaz de resolver los problemas que surgen, aceptar la responsabilidad que te corresponde y tener el coraje para luchar, perfilan la madurez forjada en el guerrero que solamente después de ser pulido en muchas batallas estará listo para sentarse entre los sabios”.
Comenté que admiraba la valentía de algunas personas que eran determinadas en sus objetivos y verdades. Por fin le confesé, no sin un atisbo de verguenza, que a mi me gustaría ser uno de ellos. El chamán dio una larga bocanada de su pipa de hornillo de piedra, me observó por algunos instantes y dijo: “Todos los héroes que he conocido han navegado los mares de la duda y han transitado por los bosques del miedo. Son tiempos sombríos, de incertidumbres internas pero necesarias. Buscaron en la quietud y en el silencio las respuestas que necesitaban. Las dificultades perfeccionan el carácter y fortalecen el espíritu. Sólo así cimentamos la fuerza dentro de nosotros y perfeccionamos nuestras elecciones”. Comenté de repente que no había comprendido todo el alcance de sus palabras. Canción Estrellada me miró a los ojos y dijo: “Las elecciones son las únicas herramientas que tenemos para ejercitar la espiritualidad. No hay otra, de allí su valor. A través de ellas aprendes absolutamente todo lo que necesitas: a diferenciar el bien del mal; la esencia de la apariencia; la justicia de las leyes; que para ser grande es necesario ser verdaderamente humilde; que los verdaderos revolucionarios son mansos, pues saben que las transformaciones que cambian al mundo son interiores; que sin pureza en el corazón no existe victoria; que es imposible ser feliz sin perdonar; que sin compasión no existe vida en común; que sin renunciar no se puede amar y, finalmente, que siempre es posible escoger diferente y mejor”. Hizo una larga pausa, con los ojos perdidos en las llamaradas, y volvió al asunto: “Nos gusta pensar que somos el discurso que narramos de nosotros mismos cuando nos mostramos a los otros, pero no. En verdad, somos la sumatoria de las elecciones que hacemos en el transcurso de la existencia. Ellas nos permitieron llegar hasta donde estamos, entre errores y aciertos, dolores o delicias. Las elecciones nos definen e indican el futuro próximo, pues están inexorablemente vinculadas a la Ley de Acción y Reacción. Las elecciones muestran como atraviesas el Camino, sus percances o beneficios”.
Le dije que sólo en aquel instante me había dado cuenta de las centenas de elecciones que hacemos durante un único día. Desde las más simples, pero no menos importantes, como sonreír al dirigirnos a alguien, hasta las más complejas como terminar una relación o cambiar de empleo. “Todo se basa en elecciones. Y por más opresiva que sea la situación, siempre tenemos la posibilidad de escoger. Quedarnos o partir, aceptar o luchar, hablar o callar. Las elecciones son las semillas inmortales de la libertad que habita en nosotros y que nos diferencia”, concluyó el chamán. Aproveché para decirle que estaba pasando por un momento muy difícil, pues tenía que decidir sobre cuestiones personales y profesionales para poder darle un rumbo a mi vida. Las distintas oportunidades que se me presentaban, ante las incertidumbres que tenía, acababan dejándome sin ninguna posibilidad.
“Nuestras elecciones son la espada del guerrero o la linterna del sabio que labran e iluminan el camino de la vida”, explicó. Canción Estrellada hizo una pequeña pausa que aproveché para preguntarle en qué dirección debía seguir. El chamán sonrió con bondad y me dijo: “Nadie podrá darte esa respuesta, salvo tú mismo. Tu elección es fruto de todos los elementos que germinan dentro de ti. Es el instrumento que afinará la melodía de tu alma. Es la expresión de tu nivel de consciencia y de la pureza que traes en el corazón. Permítete estar a solas contigo mismo y entender que cada elección definirá las próximas condiciones del Camino, puentes o abismos, jardines o desiertos”. Le dije que muchas veces dudaba en seguir algunos caminos pues me parecían demasiado arriesgados, otras veces por no saber a dónde me llevarían. Canción Estrellada me explicó con paciencia: “Hay caminos más seguros que te llevarán a corta distancia por paisajes previsibles; existen senderos más peligrosos que pueden presentarte un universo inimaginable. Para elegir debes prestar atención al sentimiento que te mueve: ¿La búsqueda por el aplauso fácil impuesto por las convenciones sociales o el sumergirte profundamente en el viaje del perfeccionamiento del ser? Cuando tu movimiento está impulsado por nobles sentimientos el poder del mundo está en tus manos. Esta es la magia de la vida”.
Canción Estrellada me miró severamente y dijo: “Cada una de las elecciones tienen que estar revestidas de dignidad, coraje, humildad, alegría y amor para que el telón se abra ante el fantástico espectáculo de las posibilidades aún desconocidas, al permitir que despierte lo sagrado que duerme en tí”. ¿Lo sagrado en mí, cómo así? Me sorprendió el término. El chamán se explicó: “Tus elecciones mueven tus alas o te impiden volar. Ellas son la sal de la vida, la sonrisa en el rostro, la admiración por sí mismo y por el otro, además de la conexión con la vibrante esfera invisible. Así, las elecciones tienen el poder de transformar lo mundano en sagrado por el contenido y valor de la transformación que irán a generar. Cada elección puede ser un acto vulgar o tener la fuerza transformadora del milagro”. Insistí diciendo que no había entendido. Canción Estrellada me miró diferente, como un padre observa a un hijo y finalizó con la vieja y buena lección: “En todo momento el Camino nos presenta bifurcaciones. De un lado, el atrayente sendero de los deseos, llenos de destellos, privilegios y homenajes; de otro, el discreto sendero de las necesidades de metamorfosis del alma, cuyas únicas luces apenas se encienden en los corazones”. El chamán permaneció algún tiempo sin pronunciar palabra, como si buscase recuerdos ancestrales, hasta que finalizó: “No todo lo que reluce es luz. Sólo la llama que brota de los corazones puros puede iluminar los pasos. El amor tiene el poder de sacralizar todos los actos y de transformar el mundo cuando es la fuerza motriz de las elecciones. El mayor secreto de la vida es muy simple Yoskhaz: escogemos por puro amor o escogeremos errado”.