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TAO TE CHING, la novela (Duodécimo umbral – El camino de la verdad conduce a la libertad)

Los muros de piedra apenas eran visibles tras los libros que llenaban las numerosas estanterías. Unas velas encendidas iluminaban la biblioteca. Las dos mesas de madera estaban llenas de papeles apilados. Un hombre de mediana edad, con el pelo largo y un vestido impecable, escribía con afán, como si le faltara tiempo para anotar todas sus ideas. Cuando se fijó en mí, sin levantar la vista, me señaló un pequeño armario que había detrás y me pidió que le trajera más tinta. “El tintero está casi vacío”, me explicó. Le obedecí. Me dio las gracias y me dijo que me sentara en una de las sillas. Le pregunté sobre qué estaba escribiendo. “Parece increíble que no puedas discernir la diferencia entre todas las cosas”, dijo sin aclararse. Le pregunté a qué cosas se refería. El escritor comentó: “El mundo avanza cada vez más deprisa. Las noticias y los hechos se amontonan. La gente confunde información con conocimiento, conocimiento con sabiduría. Son incapaces de filtrar cada acontecimiento, no se permiten mirarlo desde múltiples ángulos. La construcción de la verdad se vicia. Se encogió de hombros y añadió: “Se dejan llevar como ciegos. No me extraña que no sepan dónde están. No pueden quejarse. El destino de uno lo definen sus propias elecciones, aunque haya manipulación en la descripción de los hechos y censura para darlos a conocer. No saben y, lo que es más grave, no quieren aprender a pensar. Pensar son los ojos a través de los cuales cada persona se ve a sí misma, ve el mundo y comprende la realidad. El pensamiento necesita libertad como un pájaro necesita alas para volar. Cuando le cortan las alas, el pájaro pierde su razón de existir. Vivir se vuelve limitado cuando los días carecen de sentido. El pensamiento define el alcance del vuelo de la libertad”.

Le pedí que me lo explicara mejor. El hombre se entusiasmó con mi interés: “La información es la recepción de hechos, noticias, estudios, observaciones e ideas. El pensamiento es la fragua personal que transformará la información en conocimiento, igual que un herrero convierte el acero en una espada. El conocimiento es información que añade contenido, como la adquisición de una nueva herramienta para hacer tus días más interesantes o más fluidos. Cuando se desperdicia, el conocimiento es mera erudición. Lo sé todo, pero no soy nada. Cuando se aplica adecuadamente para resolver problemas, en definitiva, para vivir bien, se convierte en sabiduría. Soy todo lo que sé. Su importancia radica en orientar las decisiones que alteran no sólo el destino de una persona, sino también el de los pueblos y las naciones. La manipulación del conocimiento y de las ideas es una nefasta forma de dominación. Una odiosa prisión sin barrotes.

He dicho que la gente necesita pertenecer. Por condicionamiento ancestral, todo el mundo busca un grupo social al que unirse, ya sea por necesidad de identificarse o de sentirse protegido. Son pueblos existenciales. Pueden originarse por razones profesionales, económicas, intelectuales, ideológicas y emocionales, entre otras. Esta es una de las raíces de los prejuicios, porque todas las diferencias se ven como amenazas, ya sea al statu quo o porque echan por tierra conceptos obsoletos que se creen ciertos. Todo el odio que sienten por las mentiras que no quieren admitir se traslada a aquellos cuya única supuesta culpa es que son diferentes porque piensan libremente. Sacudió la cabeza, demostrando que sabía de lo que hablaba, y añadió: “Por miedo, atacamos. Cuando el instinto de supervivencia anula los pensamientos claros y los sentimientos sutiles, estrechamos las fronteras de la vida y los límites de nuestras propias capacidades. Sin darse cuenta, el individuo asume un doble papel, convirtiéndose en prisionero y carcelero de sí mismo. Simultáneamente”.

El escritor habló en un tono como quien revela un secreto: “Creamos la autocensura, la más cruel de las limitaciones. Cuando ocurre, es como si nos dijéramos a nosotros mismos que no tenemos derecho a ser quienes somos, que la verdad que guía nuestras elecciones, por ser criticada o prohibida, será motivo de vergüenza. Del mismo modo que sería humillante, al menos para quienes carecen de la valiosa humildad, admitir un error que ha guiado nuestras vidas para siempre. Así que mentimos. A todo el mundo, incluso a nosotros mismos. Su mirada se desvió hacia algún lugar lejano. Luego filosofó: “La gente vive como en un animado baile de máscaras. Interpretan personajes muy alejados de su esencia. Confunden la euforia, deliciosa sensación experimentada en todo el mundo, con la alegría, valioso movimiento hacia el universo. La euforia revela brillo y evasión; la alegría significa luz y encuentro”. Hizo una pregunta retórica: “¿Pero cómo puedo encontrarme a mí mismo si niego quién soy realmente?”.

Tras una breve pausa, prosiguió: “Al dar la espalda a la verdad, al atardecer de un día cualquiera, muchos se darán cuenta de que ya no saben quiénes son. Entonces no tendrá sentido lamentarse por el trabajo desperdiciado”. Le pregunté a qué trabajo se refería. “A la construcción de uno mismo, que sólo es posible para quien recorre el camino de la verdad”. Hizo una breve pausa, se encogió de hombros y dijo: “Es necesario comprender el sentido de todas las cosas; el sentido de cada experiencia. ¿De qué sirve tener todos los colores si nada permanece colorido? ¿De escuchar todos los sonidos sin oír ninguna melodía?  ¿Probar todos los sabores y no sentir ningún gusto?”. Las respuestas estaban contenidas en las preguntas. Y continuó: “Fuera de la verdad, todos los movimientos están vacíos, porque eliminan un contenido importante que genera fuerza y equilibrio en las elecciones. Cualquiera de ellos. En mayor o menor medida, todos marcan el rumbo y definen el sentido de la vida”.

Extendió los brazos como forma de enfatizar sus palabras y comentó: “La libertad es como un animal salvaje que, aunque encantador, evitamos por miedo a que nos devore. Perdemos nuestra libertad a medida que nos alejamos de nuestra esencia. Al vivir lo que no somos, abandonamos lo que podríamos ser. La realidad se hace más pequeña. También las posibilidades y las capacidades. El aburrimiento, la apatía, la tristeza o la agresividad señalan los gritos aún incomprendidos de quienes necesitan expandir los límites de su propia verdad para profundizar en todo lo que pueden llegar a ser”. Cerró los ojos y murmuró: “Lejos de ti mismo, lejos de la luz”.

Comenté que huir de la verdad es fantasear la realidad. El filósofo se explayó: “Huimos de lo que somos cuando preferimos el adormecimiento de las fiestas, la gloria de los títulos y honores, la euforia que proviene de una supuesta superioridad a la comodidad de ocultar nuestros miedos, errores e incapacidades. Desperdiciamos la riqueza de las virtudes auténticas. Ocurre que, como son el matrimonio perfecto del amor y la sabiduría, las virtudes son silenciosas; como no causan alboroto, la mayoría de la gente no les atribuye ningún valor; no proporcionan un poder y una fascinación similares a los que ofrece la espada que corta, daña y somete. Infligir dolor y miedo a los demás sigue siendo más seductor que lograr el respeto mediante la aceptación, el compromiso y la solidaridad. No todos los movimientos conducen hacia adelante, no todos los colores embellecen, no todos los sonidos son música, no todos los sabores endulzan. Pagamos un alquiler por un resplandor temporal en el mundo en lugar de hacernos definitivamente dueños de nuestra propia luz. Vivimos buscando la aprobación de los demás porque nada sabemos de la obra de la vida; de la construcción del ser a través del vivir. Confundimos los logros con trofeos. Sacudió la cabeza y dijo: “Los galopes y las cacerías atormentan el espíritu, aunque sean el entretenimiento favorito de los nobles y la realeza. La búsqueda desenfrenada de la riqueza envilece el espíritu, porque lo vuelve avaro, tacaño, haciendo indignas sus relaciones. El dinero es sólo un medio para alcanzar un fin, aunque es la razón de la vida de la mayoría de las personas. Todas las actividades que exaltan el orgullo y la vanidad son sombras que engañan ocultando la frágil verdad de quienes no tienen cimientos en los que apoyarse bajo los pilares del amor sereno y la sabiduría silenciosa. Y lo que es más grave, hacen olvidar el valor de una vida basada en virtudes vitales como la humildad, la sencillez y la compasión. Cuando prevalece la arrogancia, significa que la fragilidad ha superado a la verdadera fuerza. La oscuridad ha dominado a la luz.

Le pregunté cómo escapar de esta trampa existencial. Dejó la pluma en el tintero y me miró atentamente. Luego dijo: “Lo más importante es no renunciar nunca a tu propia verdad. El sabio se guía por su voz interior. Serena tu corazón para que las emociones densas no corten las alas del pensamiento libre. Lee muchos libros, habla con mucha gente diferente; todo y todos son una valiosa fuente de conocimiento. Sin embargo, aprende a filtrar todo lo que oyes; separa los discursos agradables de las palabras útiles; desecha cualquier idea que promueva el odio y el conflicto. Usa tus ojos para ver las maravillas del mundo, aprende a ver con tu conciencia para descubrir las maravillas de la vida. Muévete siempre con amor para que la vida sea luz. Los errores y los aciertos deben estar guiados por tu verdad más pura. Nada más; sólo así podrás perfeccionarla. Es esencial sentir el poder de la elección latiendo en la punta de tus dedos. Este es el nacimiento de la libertad. De lo contrario, la realidad se encogerá y acabará aplastando tus días”.

Luego añadió: “Hay mucho más. Lo que establece la aspereza o la suavidad de los días no son las circunstancias del mundo, sino la percepción y la sensibilidad que tienes de ti mismo y de la vida que te rodea. Esto define tus búsquedas, encuentros y logros. Ésta es tu verdad. Estas son las razones por las que los sabios no se dejan seducir por los valores del mundo, porque las victorias que no aportan nada al espíritu se convierten después en tristes derrotas. En el Camino encontrarás algunos sabios y muchos falsos profetas. No siempre será fácil discernir a unos de otros. Por eso, nunca olvides que tu verdad es tu maestra. Sólo a través de ella, entre errores y aciertos, podrás encender la luz que siempre llevarás contigo allá donde vayas. Entonces podrás seguir en paz, sin temer a la oscuridad”.

No dijimos ni una palabra durante un rato. Necesitaba asignarme esas ideas. Entonces el escritor rompió el silencio y señaló un pesado libro que había sobre la otra mesa. Me dijo que lo abriera al azar. Así lo hice. La página tenía una hermosa iluminación de una rosa atravesada por un puñal. No tuve ninguna duda de que se trataba de un mandala. Había aparecido otro portal interdimensional. Era hora de continuar mi viaje.

Poema Doce

Todos los colores y nada permanece colorido.

Todos los sonidos sin melodía.

Todos los sabores y ningún gusto.

Galopes y cacerías atormentan el espíritu.

La búsqueda desenfrenada de la riqueza envilece el espíritu.

El sabio se guía por su voz interior.

No se deja seducir por los valores del mundo.

Su verdad es su maestra.

Gentilmente traducido por Leandro Pena.

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