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TAO TE CHING (Vigésimo quinto umbral – Los arcanos)

Era el crepúsculo. La luminosidad del cielo permitía ver las praderas que parecían terminar en el infinito. Los bisontes pastaban a lo lejos. Los caballos fueron llevados a descansar. Satisfechos, los guerreros entregaron el producto de la caza a las mujeres. Había una alegría silenciosa en la tribu. Sentado a la puerta de su tienda, con la mirada lejana, un anciano daba caladas a su pipa como si adormeciera sus pensamientos. Hice un gesto de acercamiento y el hombre asintió dulcemente con la cabeza. Me senté a su lado. Entonces comenté que había sido un buen día porque habría comida para todos durante el invierno. El anciano respondió: “Todos los días son bendecidos, tanto por los regalos como por las lecciones aprendidas”. Y añadió: “Para comprender la belleza del mundo, hay que comprender el misterio de la vida”. Le pregunté a qué se refería. El hombre aclaró: “El Camino es un arcano. Un enigma que se revela poco a poco, como si cada paso ofreciera un verso de un gran poema”.

Señaló la puesta de sol con la barbilla y dijo: “Hay un misterio ante el Cielo y la Tierra. Para comprenderlo, hay que caminar hacia él. Yo quería saber cómo era caminar hacia algo que no conocíamos. El anciano pareció confundirme más: “El Gran Misterio no tiene cuerpo ni forma. Es energía cristalina. Dicen que somos su imagen y semejanza. Aún no lo somos, pero tenemos el potencial para serlo. No en la simplicidad de la materia grotesca, sino en la percepción, la sensibilidad y las elecciones cuando se refinan hasta el límite. Nuestra identidad cósmica se establece por las vibraciones que emanamos a través de nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes. Sólo vibrando en una frecuencia de extrema pureza se nos permitirá encontrarnos cara a cara con el Gran Misterio.

Pregunté cómo podía encontrarme cara a cara con algo que no tenía cuerpo ni forma. El hombre arqueó los labios en una leve sonrisa, como si hubiera esperado la pregunta, y explicó: “El Gran Misterio no sólo influye en todas las cosas y seres, sino que también está presente en ellos. Los ojos del rostro no bastan para ver la cara oculta de la vida; es necesario mirar a través del alma, cuya percepción y sensibilidad permiten encontrar la belleza, muchas de las cuales son aún semillas, de todas las cosas y seres. Sólo a través del alma es posible mirar la semilla y encontrar un bosque latente en su interior”. Hizo una pausa y añadió: “Una única fuente es el origen de todas las cosas y los seres. Como es anterior a la formación del universo, hace que todas las raíces se entrelacen como un enorme bosque surgido de una semilla primordial”. Aunque el significado no sea fácil de entender, aunque yo no sea tú, todos somos uno porque formamos el mismo organismo, como músicos de una gran orquesta que se preparan para la magistral sinfonía cósmica. Esa es la magia y la belleza de la vida”.

Le pregunté por otras características del Gran Misterio. El anciano prosiguió: “Quieto y silencioso, no depende de nada, nada lo desequilibra. La quietud y el silencio son características de un estado de energía previo a cualquier manifestación, como los indispensables movimientos internos de unificación y concentración de poder antes de la acción potenciada. Lo mismo ocurre con nosotros. Tanto la oración como la meditación fluyen en el océano de la quietud y el silencio, retrotrayéndonos al estado primordial, semejante al origen del universo, facilitando la comprensión y las elecciones al desmontar las alegorías que desvían la atención de los principios y de lo principal. Entonces nos invade la claridad que hace desaparecer el miedo y la duda. Todo poder se origina en nuestro núcleo de fuerza y equilibrio, el alma”.

Le pregunté si este arcano, razón y fundamento de todas las cosas y seres, tenía nombre. El anciano frunció el ceño y murmuró: “Utilizamos las palabras para definir momentos, ideas y emociones. Así que todo lo que las palabras no expresan o no alcanzan en su totalidad queda disminuido. Un paisaje se pinta como una representación de la realidad tal y como la vemos a través de la ventana de nuestra casa. Cualquier paisaje forma parte de algo mucho más grande. Así es como nos acostumbramos a entender los hechos y las personas. Sólo vemos una parte, pero creemos conocer el todo. A través de las palabras intentamos descifrar el misterio de quienes aún no somos, pero creemos ser. Por eso las palabras tienen tanto poder, porque establecen los límites de la realidad. Las etiquetas y las definiciones pueden convertirse en prisiones debido a las limitaciones que provocan cuando se quedan cortas con respecto a la verdad o a las posibilidades. No puedo dejarme atrapar por las palabras, pero por ahora sólo tengo palabras para explicarlo. Se encogió de hombros y dijo:«De todos modos, no sé cómo se llama. Sólo sé que es genial. Voy a llamarlo el Camino, porque es un viaje en el que la alegría y la dulzura se intensifican a medida que el viajero perfecciona su forma de caminar a través de cada obstáculo que intenta detenerle. Este arcano es un auténtico camino, un viaje evolutivo, un maestro por excelencia”.

Quise saber dónde terminaba ese camino. El hombre aclaró: “Nos conduce por un viaje tan largo que nos devuelve al principio. La búsqueda del misterio nos lleva hasta las últimas fronteras del mundo; después de estar agotados por las ilusiones y los malentendidos, el Camino nos devuelve a casa; nos hace regresar al origen. El desafío de la vida no reside en las aventuras vividas en el mundo, sino en bucear en lo más profundo de uno mismo para descubrir, encontrar y conquistar la propia esencia, la fuente clara del amor y de la sabiduría, la semilla primordial. El pasaporte cósmico de cada persona. El alma”.

Le pregunté cómo había llegado hasta el final. Me contestó: “Para llegar hay que enfrentarse al desierto de las pasiones desenfrenadas, cruzar los peligrosos desfiladeros de los deseos insensatos, rechazar los atajos del privilegio y escapar del laberinto del engaño. La fragilidad y el desequilibrio, el odio y la tristeza, la irritación y la pena son características de quienes no se conocen a sí mismos. Son obstáculos que el viajero deberá afrontar para ir depurando su equipaje, dejando atrás el peso innecesario que tanto le estorba; es la odisea de una existencia. Por cada lección aprendida, el caminante debe sufrir una transmutación; los conocimientos adquiridos deben formar parte de sus elecciones a partir de entonces. A medida que descubro mis infinitas posibilidades, añado un equilibrio inquebrantable y una fuerza serena a mi forma de ser y de vivir. Toda mi belleza, aún latente como una semilla, comienza a germinar en la vida”.

El anciano continuó: “El Camino es grande porque lo abarca todo; está presente en el interior de todos los seres y en los detalles más pequeños de todas las cosas; en su funcionamiento y sus manifestaciones. Tanto en la luz como en la oscuridad.  El Cielo es grande porque ordena el proceso de creación de la criatura, utilizando múltiples existencias para alcanzar el pináculo de la evolución espiritual. Purificar el propio bagaje, es decir, iluminar las propias sombras, generando diferentes virtudes a través de ellas, es la síntesis del Camino. La Tierra es grande porque es el escenario de las experiencias extrínsecas y del encuentro de todas las personas, cada una dentro de los límites de las posibilidades que ya ha alcanzado; un intercambio, a veces dulce, a veces amargo, pero siempre enriquecedor. Las experiencias se llevarán a los laboratorios intrínsecos personales donde, una vez elaboradas, se utilizarán como herramientas para la propia transformación del individuo. Cada transformación forma parte de un ciclo evolutivo, simbolizando un paso en el Camino.  Eres grande por todas las infinitas posibilidades que tienes de iluminar el mundo desde tu propia luz. Un poder aún en germen, pero con el potencial de convertirse en un hermoso bosque.


Comenté que todo parecía junto y separado al mismo tiempo. Asintió y añadió: “El viaje es solitario y solidario; ocurre dentro y fuera de nosotros. La Ley ordena a todos los caminantes, pero las elecciones son personales. Debemos acoger a los que necesitan levantarse, así como a los que se pierden en la oscuridad de sus propias incomprensiones, pero no se nos permite cargar con nadie a la espalda. Los que se transforman, los que están dispuestos a añadir nuevas virtudes a su bagaje, avanzan. Los que se lamentan, se quejan, se rebelan o temen se quedarán atrás. Así lo dicta la ley. Dio una calada a su pipa y señaló: “Del mismo modo que no puedes arrastrar a quienes se niegan a avanzar, la elección de nadie tendrá el poder de impedirte continuar en el Camino, si ésta es tu elección y tu mérito. Para ello, cualquier dificultad debe servir de palanca para la evolución, nunca ser vista como un obstáculo insalvable. Cada problema superado se traduce en poder ganado. Agradece cada uno de ellos antes de afrontarlos, porque las soluciones pasan más por cuestiones intrínsecas que por cambios circunstanciales. Así nacen la fuerza y el equilibrio de los sabios”.

Hizo una pausa antes de concluir: “Cuando caminamos, el mundo cambia, la vida se transforma. En realidad, las cosas siguen siendo las mismas; lo que ha cambiado es nuestra percepción de la realidad y nuestra sensibilidad ante las situaciones. Los cambios son sólo auténticos reflejos de lo lejos que hemos llegado dentro de nosotros mismos”. Y concluyó: “Te has forjado en la Tierra, la Tierra está ordenada por el Cielo, el Cielo utiliza el Camino para que puedas alcanzar el Cielo a través de ti mismo. Los cuatro misterios del universo se traducen en uno solo. El despertar de la propia esencia da acceso a los demás arcanos cósmicos. Todo y todos están interconectados como las raíces de un enorme bosque llamado Verdad”.

Nos quedamos sin palabras durante un rato. Observamos cómo el sol tocaba el horizonte. El anciano dio una calada a su pipa y dijo: “Eres un arcano. Dentro de ti hay misterio y revelación. El camino hacia las estrellas es el florecimiento de tu propia alma”.

Con la mano que sostenía la pipa, señaló un caballo que parecía esperarme y susurró: “Es hora de partir”. Le di las gracias con una sonrisa, monté en mi caballo y cabalgué hacia la puesta de sol, seguro de que cabalgaba hacia otro portal más”.

Poema veinticinco

Hay un misterio ante el Cielo y la Tierra.

En él está el origen de todas las cosas.

Quieto y silencioso,

Nada depende de él, nada lo desequilibra.

No conozco su nombre.

Sólo sé que es grande.

Lo llamaré Tao.

Nos lleva en un viaje tan largo

Nos lleva de vuelta al principio.

El Tao es grande,

El Cielo es grande,

la Tierra es grande,

Tú eres grande.

Tú te forjas en la Tierra,

La Tierra es ordenada por el Cielo,

El Cielo usa el Tao,

Para que puedas alcanzar el Cielo

A través de ti mismo.

Los cuatro misterios del Universo

Se traducen en uno solo

Gentilmente traducido por Leandro Pena.

1 comment

Cecé noviembre 23, 2024 at 1:37 pm

Gracias por tan sabia reflexión, la cual da respuesta a mi sentir de estos días…

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