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Valiosos pilares

En el elegante poblado localizado en la falda de la montaña que acoge al monasterio, los sábados todo el comercio cierra actividades al medio día salvo restaurantes, cafeterías y bares, puntos de encuentro para animados almuerzos o reuniones entre amigos. La famosa excepción era el taller de Lorenzo, el elegante zapatero, amante de los libros y de los vinos. La tienda de Lorenzo funcionaba en horarios irregulares e inusitados. Encontrarla abierta a cualquier hora del día o de la noche era un auténtico juego de azar. Aquel sábado por la tarde, antes de regresar al monasterio, me arriesgué a encontrarlo para tomar un café y tener una conversación trivial. El taller estaba cerrado. Como mi transporte me recogía sólo en la noche me dirigí a una taberna poco concurrida, la cual él apreciaba mucho. Allí encontré al artesano acomodado en una confortable poltrona, al lado de una pequeña mesa, con una copa de vino tinto y una lámpara que le permitía leer El Libro del Desasosiego, de Fernando Pessoa, con envidiable tranquilidad. Cuando fui a saludarlo se aproximó, casi al mismo tiempo, otro amigo suyo. El hombre estaba con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. De inmediato contó que en la noche anterior había sido sorprendido con la culminación de un romance que, aunque no había durado mucho tiempo, había sido intenso. Lorenzo, al percibir que el amigo no me había notado, nos presentó. René, éste era su nombre, me trató de manera educada. El zapatero pidió que acercásemos las sillas para quedar más próximos a él, pues su tono de voz era siempre muy suave. Le dijo a René que podrían conversar sobre su dilema en otra ocasión ya que mi presencia podría avergonzarlo. El hombre respondió que no tenía ningún problema pues necesitaba desahogarse y oír algunas palabras que pudieran calmar su dolor.

En seguida contó que en los últimos meses las discusiones con la novia habían aumentado y las peleas eran constantes. Reclamó de la dedicación exagerada de la mujer al hijo, fruto de una relación anterior, lo que reducía bastante el tiempo para estar a solas. Como si no bastara, todos los miércoles ella tenía el hábito de reunirse con un grupo de amigas para jugar cartas. El zapatero tomó un sorbo de vino y comentó: “Por lo que me parece el hijo y las amigas ya hacían parte de la vida de ella cuando la conociste”. El amigo lo confirmó. Lorenzo se encogió de hombros y dijo: “Ser una buena madre y cultivar amistades son acciones nobles. No veo motivo para reclamar”, hizo una pequeña pausa y quiso saber: “¿Los celos te atormentan?”. René negó de manera vehemente.

Volvió a preguntar: “¿Eres egoista en tus relaciones?”. El amigo aclaró que tan sólo quería más tiempo con la novia. El artesano arrugó la frente, como hacía cada vez que el interlocutor parecía confundir los propios sentimientos; nada dijo sobre esto y mantuvo el raciocinio: “Cuando te enamoraste, bueno o malo, ella ya era así. No obstante, deseaste modelar sus hábitos para que se adecuaran a tu ideal de convivencia”. El hombre argumentó que una persona comprometida con otra tiene que aceptar los cambios inherentes a la relación; por esto discutían tanto, pero no esperaba ser sorprendido con el desenlace del romance.

Lorenzo negó con la cabeza y dijo: “El deseo de cambiar a los otros es el más tonto de los engaños”, en seguida comentó: “Cada cual tiene apenas poder sobre sí mismo y solamente posee derecho sobre sus propias elecciones”. Cerró los ojos como si buscara las mejores palabras y adicionó: “Relaciones son como puentes, dificilmente se derrumban sin que sus cimientos den signos de desgaste. Generalmente somos nosotros que, al negar la reforma necesaria en nuestras estructuras, fingimos no ver las grietas. El puente de las relaciones puede ser firme o frágil, dependiendo de los pilares que escojamos para sostenerlo”. René quiso saber cuáles eran los pilares que mejor sostienen tal puente. El zapatero los reveló: “La paciencia y el respeto”.

“Comúnmente cuando una relación, sea matrimonio o convivencia entre padres e hijos, una amistad o hasta las relaciones de un grupo social comienzan a enfrentar muchos conflictos, debemos ser absolutamente sinceros para que, a través de un análisis de autoconocimiento, verifiquemos si los ojos que han provocado tantos desacuerdos no están distorsionados por los lentes del egoísmo y de los celos. En las relaciones afectivas, principalmente aquellas más íntimas, estamos condicionados a imaginarnos de manera equivocada como parte principal de la vida del otro. Esto nunca será verdad, al menos en una convivencia saludable. Cada cual es el eje central y más valioso de la propia vida; es el protagonista del propio filme. Todas las demás personas son asistentes que agregan escenas indispensables de afecto, alegría, auxilio o aprendizaje, sean aliados o villanos. Todos, sin excepción, tienen un importante papel que desempeñar pero recuerda: tú eres el personaje más importante de tu historia. Se trata de tu jornada evolutiva. Sin embargo, por los mismos motivos, acepta que siempre tendrás un papel secundario en la vida del otro”.

René afirmó que una relación afectiva acaba imponiendo cambios de comportamiento. Lorenzo hizo un gesto con la mano como si el amigo no entendiera. “Sí y no”, refutó. “Claro que una persona casada no puede tener una rutina de soltera en muchos aspectos; sin embargo, hay que establecer límites. Tener una vida en común no significa anular ni abandonar la esencia que mueve a aquel individuo según un modelo enlatado y anacrónico de convivencia”.

“Cada cual es único; en esto reside la belleza de todos. Al forzar a alguien para que se encaje en una fórmula de vida, estamos actuamos como ladrones de alegría al substraer del otro lo que hay de mejor en él. Es muy asfixiante convivir con alguien que vive de lamentos y quejas o, lo peor, desea controlarnos. Esto es dominio y acabará ahogando el amor, que precisa de los vientos de la libertad para existir; por definición, filosofía y necesidad”.

“Es evidente que debes conversar para exponer tu punto de vista sobre una situación que consideres equivocada. No obstante, habla con calma y claridad para que tus ideas sean comprendidas. Nadie entiende los argumentos de nadie durante una discusión. Sin embargo, el otro puede acatar o no tus motivos; la razón no tiene dueño. Recuerda que cada cual reacciona de acuerdo con su nivel de consciencia y tiene total libertad sobre las propias elecciones”.

“Cuando una situación nos incomoda significa que algo debe ser transformado. Siempre en nosotros mismos, nunca en el otro. En caso de que un intercambio de ideas serenas revele una gran diferencia de percepciones con relación a la vida y esto te entristezca, no insistas en modificar el comportamiento ajeno. Todos serán infelices y la relación acabará desgastándose. Acepta que puede ser la hora de seguir solo el viaje o el momento de cambiar de perspectiva. Paciencia y respeto por el otro significan paciencia y respeto por sí mismo”.

“La paciencia es una poderosa virtud sin la cual nunca disfrutaremos de la claridad de la sabiduría ni de la dulzura del amor. La paciencia nos hace aliados del tiempo y nos ayuda a entender la diferencia entre deseo y necesidad. La paciencia es herramienta de la quietud que nos lleva al encuentro más importante de la vida, aquel que cada cual debe tener consigo mismo; al entenderte, entenderás al mundo. En fin, el amor sin paciencia nunca será amor. La paciencia nos enseña que el amor no precisa ser perfecto y difícilmente lo será. El amor es una obra inacabada en el corazón de cada ser, trabajada todos los días, incansablemente, hasta el fin de los tiempos. Abandonar el amor por no aceptar lo imperfecto es no entender el amor”.

“A su vez, el respeto está ligado a otras virtudes como la sinceridad y la libertad. Ninguna relación se sostiene basada en fraudes, subterfugios y mentiras. La más común es también la más dolorosa de las mentiras: aquellas que nos contamos a nosotros mismos. El respeto habla sobre ser auténtico, vivir según las propias verdades aunque todos no estén de acuerdo. Recuerda que el hecho de discrepar no te concede el derecho de atormentar al otro por causa de las opiniones disonantes. Las diferencias son la fuerza motriz del avance de la civilización. Es decir, las diferencias cuando son bien aprovechadas traen crecimiento al ofrecer otra visión y nuevas posibilidades. El respeto aborda la belleza y el poder de nuestras elecciones, pues son las únicas herramientas disponibles para el ejercicio de liberación del ser. No hay otra. En contrapartida, es necesario absoluto respeto en relación a las decisiones ajenas, pues todos están en jornada evolutiva hacia el mismo destino”.

“Paciencia se refiere a los motivos para permanecer; respeto se relaciona con la libertad de partir. Es un derecho la elección de partir si la relación ya no genera más flores y frutos; o de quedarse, si apesar de las inevitables imperfecciones aún es posible compartir lo que mejor que tenemos en constante ofrenda de aprendizaje, alegría y afecto”.

“Partir, por motivos obvios, puede significar la necesaria renovación. Permanecer, dependiendo de la situación, también. La búsqueda por un nuevo punto de equilibrio es una virtud muy apreciada, la adaptabilidad. A diferencia del conformismo, trae en sí una revolución de conceptos que agrega valores al permitir ver al otro más allá de sí mismo. Esta es la lección de la ‘otra cara’ en la práctica. Esto te hace diferente y mejor”.

Con los ojos llorosos, René dijo que la separación le causaba mucho dolor. El zapatero levantó las cejas y finalizó: “Los conflictos son inevitables en las relaciones; la tristeza, no. Que el sufrimiento por terminar la relación sea transformado en la alegría del aprendizaje. Por mayor que sea la pasión que exista y el deseo sincero en construir una vida en común, ninguna relación se sostiene sin los pilares de la paciencia y del respeto. Paciencia para entender lo que pasa en el corazón y en la mente del otro, pues sin esa virtud las diferencias dejan de ser lecciones para convertirse en sombras. Respeto por la libertad ante las elecciones, tanto tuyas como ajenas, en la construcción de la enorme belleza de ser único, tanto para ti como para el otro. Esta ligereza es indispensable para volar mucho más allá de los valles sombríos de la existencia”.

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

5 comments

Felipe maldonado agosto 16, 2017 at 12:51 am

Gracias yoskhaz

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Carmen Bernardez septiembre 11, 2017 at 10:55 pm

Son todos magníficos escritos, plenos de entendimientos profundos y conocimientos extraordinarios acerca de las condiciones humanas fundamentales… Son de una riqueza inconmensurable… Muchas gracias!

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Gabriel octubre 22, 2017 at 11:55 am

Mil gracias… hermoso texto!

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Jorgesmejiac noviembre 16, 2020 at 8:22 am

Falto el credito d la traduccion!!… es parte del todo!!

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Yoskhaz noviembre 18, 2020 at 4:22 am

É verdade!! Erro corrigido. Muitíssimo obrigado!!!

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